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Capítulo 38: París era una fiesta.

  • Writer: M.
    M.
  • May 12, 2021
  • 3 min read

“Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, París te acompañará vayas a donde vayas, todo el resto de tu vida”. Es la primera vez que leo un libro de Ernest Hemingway, leí en varias ocasiones que era todo un reto, que difícilmente se lograba entender dentro de su contexto, que rara vez era posible ponerse en los zapatos de un escritor perdido, que con facilidad encontraba su vuelta a casa: en su mente, su lápiz y su cuaderno.

Me sorprendí totalmente cuando leí este libro, sus 236 páginas con las que caminé y viajé por cada territorio, persona, profesión; por cada jardín de París, por cada café, por cada esquina llena de libros y de una cultura tan distinta a la nuestra, hoy en día. Se nota, con cierta elegancia y delicadeza, la magia de París; la magia que las personas irradiaban dentro de ella: esa manera especial de vivir, esa manera especial de sentir. Para mi sorpresa, no hay duda alguna que, por más de no haber leído anteriormente ningún texto de su autor, cada palabra bien escrita, cada frase envolvente, cada realidad ajena a la propia, me cautivó más que la otra. En un segundo estaba en el siglo 21, en otro, regresaba al siglo 19.

Así que si, para los que algún día llegaron a creer que Hemingway tenía un don, no saben lo grande que es. Por más que la lectura de este tipo de libros no sea del gusto de todos, obras como está, hacen amarla. Por más que el drama y la tristeza de la vida disfrazada como lo cotidiano que tiene dentro de ella misma, no sea del encanto de todo un público, libros como estos le dan una vuelta a esa concepción. Un día eres un lector alejado de este tipo de literatura, al otro, te das cuenta que tu vida ha cambiado drásticamente desde su llegada a ella.

Este no es un libro que te enseña economía, matemáticas avanzadas o alguna ciencia exacta. No obstante, te enseña el arte de vivir desde otra perspectiva; te enseña, a través de palabras, lo imposible: a amar, a querer, a vivir. No es una locura decir que se respiran letras, mucho menos, decir que se ganan años al leer cada una de sus páginas, por más de que se sea un infante.

“París era una fiesta” fue el último libro escrito por Ernest Hemingway antes de quitarse la vida. ¿Dentro de él? Lo impronunciable, lo extraordinario; 236 páginas de historias, de cómo era su vida en París, de cómo la pobreza hacía presencia en su vida y como el amor lo tenía de sobra.Muestra con delicadeza a cada persona que pasó por su vida, que admiró o despreció. Habla de Scott FitzGerald, de Zenda, de Picasso, de Ernest Walsh, entre otros.

Más allá que cualquier cosa, este libro es una aproximación a la mente y a la vida de un escritor, en el siglo diecinueve, en París. Un escritor con problemas reales, tangibles, muy metido y envuelto en la poesía de la vida. Es una aproximación a lo que es ser un individuo soñador en un mundo lleno de figuras célebres que solo tenían un deseo, o eso creo yo: verle lo poético a lo que tenía escasez de poesía, verle el lado extravagante a lo ordinario, presenciar y escribir de París, cuando, sin que nadie supiera, era una fiesta.

La manera de escribir de Hemingway es emocionante y cautivadora. Sin saber muchas veces de quién hablaba, logró eso que pocos logran con tanta facilidad: intrigar sobre lo desconocido.


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